Hueco de vida
La oscuridad se hizo parte del paisaje. Y en un segundo llenó uno a uno los ecos de un recuerdo cotidiano que hacía las veces del día a día. La oficina llena de papeletas, los cuadros viejos que algún día fueron nuevos y funcionaron de manera exquisita en el colgado de una pared que guarda cientos de miles de conversaciones comunes. Fue el olor a café lo que percibí inmediatamente, un olor intenso a quemado que hacía las veces más de decoración que de otra cosa, ese olor característico me hizo comprender dónde estaba, aunque mi cabeza seguía pensando en la pésima decoración de la oficina, como si fuese aquel, el mejor recuerdo en mi memoria trastocada. Desperté, pero ahora el silencio se había convertido en un constante ausente, y no pude evitar reprocharme: ¿porqué no tengo sueños profundos? Viví siempre con miedo, reí un poco antes de intentar descifrar la cantidad de gritos que se escuchaban alrededor, pero fue inútil. Recordé que cuando me daban ganas de escribir e